“El triunfo de la muerte” Pieter Brueguel el Viejo |
Pero no, no es este el argumento
del artículo, aunque sí la semántica de la frase en cuestión, constituyendo una
metáfora criminalística de lo que supone la muerte asentada en una anatomía
agotada.
Desde el punto de vista biológico la explicación de este fenómeno definitivo es rotunda: “la culminación de la vida de un organismo vivo o incapacidad orgánica de sostener la homeostasis”. En Román Paladino: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. No hay opción, finito. Se acabó.
Pero dejemos estos argumentos de
fe para entrar en otros de contenido más somático que expliquen qué es lo que
ocurre momentos antes del óbito, durante y después, hasta apuntalar de un modo
lógico y científico, la mecánica de los acontecimientos que suceden en el
perimundo del finado. Solo así podremos entender, y por ende explicar, cuál es
la trama que se organiza en torno a esos minutos finales de una vida, valor
supremo que explica la Tanatología
Forense, o ciencia médica que estudia
los fenómenos relacionados con la muerte que, junto a la Medicina Legal y Forense, interpretan las
formas que adopta una estructura bioquímica que se rige por leyes físicas,
químicas y biológicas que antes dotaban al organismo de equilibrio interno y
que ahora, la dama de negro, sesgó de un plumazo ganándola para su mundo
sombrío. Ahora bien, si este desequilibrio llega por un proceso normal, todo
estará justificado conforme a una ley natural, pero si el desequilibrio tiene
como desencadenante una muerte violenta o sospechosa de criminalidad, entonces
tendremos que comenzar a leer el lienzo donde toma asiento la voluntad
desquiciada de quien personaliza el odio fratricida, la venganza, el lucro….,
ese potencial humano que responde, tristemente, a la dualidad de poder crear lo
más bello o lo más execrable en toda su dimensión. Por lo tanto y a tenor de lo
dicho, bien podremos deleitarnos con las creaciones más sublimes o bien
interpretar las más atroces, pues son estas últimas las que guardan una
explicación que aunque incomprensible y condenable desde un punto de vista
ético, arrojan luz sobre la verdad criminal que se investiga. Eviscerar la naturaleza muerta es también la más bella expresión artística a
la hora de aclarar el fenómeno de la
muerte, esa que tumbada en posición decúbito supino sobre la mesa de autopsias,
y analizada, ya sea desde un punto de vista filosófico, religioso o criminal,
responde a una misma realidad, una cesación total y definitiva de las funciones
vitales del organismo. Solo que en Tanatología y en Medicina Legal y Forense se
obra el milagro de viajar en el tiempo a fin de revivir el postrer momento que
pone fin a toda una existencia, consiguiendo incluso descifrar enigmas de
autoría. Esta realidad, demostrable hoy
científicamente, fortalece el significado implícito de esta frase tan
esperanzadora: “La muerte no es el final”.
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