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viernes, 26 de octubre de 2012

La hora de los valientes. Artículo publicado en el número 18 de la revista científica QdC (Cuadernos de Criminología)


Hoy, con el permiso del director de la revista y de ustedes, me van a permitir que les cuente una de esas historias doméstica, humana y trágica, descarnada y valiente. No sé cuánto puede tener de criminológico, científico o criminalístico; lo cierto es que me apetece contarla por lo emotiva que me pareció en aquel momento y también ahora, claro.  Una de esas historias que pone en valor consignas de otro tiempo como el honor, la lealtad y esa serie de valores un tanto deslustrados que vienen a justificar la entrega y la vocación de unos cuantos que hoy la llevan a gala. Tan dispuesto se está, que incluso perder la vida se entremezcla con el catálogo de actitudes que te predisponen a empezar una jornada que nunca sabes cómo va a acabar.
La cosa comienza en la cena de despedida de un compañero que se va a otra plantilla. Ya se sabe, viandas para la ocasión y buen vino, retahíla de recuerdos, anécdotas y chascarrillos varios para disfrutar de una velada que termina con los reconocimientos y los agradecimientos de una  y otra parte. Una emotiva despedida que suele terminar con aquello de: que tengas suerte allí donde vayas; como si la falta de ésta fuera crucial en el desempeño de esta función pública que requiere, para mi gusto, un plus de entrega y dedicación. Ya digo que fue una sobremesa al uso, de infantería, en plan: (…) te acuerdas de aquella que...; (…) y aquella otra cuando....; en fin, batallitas que diría aquel,  de todo tiempo y lugar, un tanto desnaturalizadas y frívolas que ayuden a darle ese toque irónico para hacerlas digeribles. Claro que entre medias se mezcla, en ocasiones, relatos que vienen a buscar el equilibrio entre lo más descorazonador y lo más humano, lo más trágico y lo más cómico, un cuarto y mitad de realidad teatralizada para que la cosa no se vaya de madre. En este contexto Fierro se gira hacia David, le toca el hombro con gesto fraternal y modula la voz para lanzar al aire una pregunta que se abre paso fría como un témpano, directa y a corazón  abierto: - ¿Cómo fue lo de tu padre? David, al ser aludido,  ni se resuelve incómodo en la silla, más bien parece haberle agradado la pregunta porque se dispone a relatar el suceso con el aire de quien sabe que lo hace dignificando el recuerdo de los que, como su padre, fueron víctimas de un atentado terrorista. Ha pasado el tiempo, pero a David no le resulta complicado ir desmenuzando los recuerdos y también lo que venía a decir la sentencia que en su día emitió la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Son de esos recuerdos que están marcados a fuego, filtrados por el cerebro y puestos a buen recaudo en un estante de la memoria a largo plazo. En aquel atentado falleció su padre, Andrés Muñoz Pérez, y otro compañero más, Valentín Martín Sánchez. Ambos eran miembros del TEDAX. Los 296 años a los que fue condenado José Luis Urrusulo Sistiaga por doce delitos de asesinato, diez de ellos frustrados, y un delito de estragos, no son nada comparado con el daño moral, irreparable, que deja en quienes se ven privados de la presencia de un ser querido; un latigazo siniestro que te deja marcado de por vida. Por aquel entonces Urrusulo Sistiaga formaba parte de un comando de ETA que había decidido atentar contra alguna de las empresas que habían participado en la construcción de la autopista de Leizarán. Las razones, aparte de esa oposición histórica a estar comunicados con  el "país opresor", añaden el impacto ambiental de la obra. Un miembro del comando decidió enviar el paquete a Madrid, pero lo hace desde la ciudad de Toledo a través de la empresa Servitrans; sabe cuál es la dirección de Construcciones Atocha -empresa que ha trabajado en la autovía de Leizarán- y la consigna en el destinatario. El paquete en cuestión deambula de acá para allá porque la empresa ha cambiado de dirección. Servitrans-Madrid hace gestiones con su sede en Toledo para concretar el envío y descubren que la dirección del remitente es ficticia. Esto infunde sospechas sobre la procedencia del paquete y al final recala en los TEDAX. Los conocimientos técnicos y la excelente preparación, a veces, no son suficientes para dar con una nueva incorporación tecnológica -malvada en esencia como ninguna-  que llega dispuesta a trastocar los protocolos de actuación más rigurosos desde el punto de vista de la seguridad y que busca, obsesiva, hacer daño a cualquier precio. -Sabréis de ampollas de mercurio  y dispositivos de inercia pero de células fotoeléctricas estáis caninos, -diría para sus adentros Joseba Arregui Erostabe, "Fitipaldi", cuando decidió atribuirse el macabro ingenio de incorporar estos dispositivos en los artefactos (¡valiente hideputa! -que diría Quevedo). La explosión se produjo poco después de las siete y media  de la tarde  de aquel funesto doce de junio de 1991. Tres quilos de amonal segaron la vida de los dos TEDAX. Decía David que los únicos enseres que le dieron de su padre fallecido, fueron un reloj de la marca casio con el cristal ennegrecido y roto por la explosión, y una alianza de boda. Efectos materiales que podrían resumir una vida de compromiso y riesgo asumido;  casado con la vida, y, al alimón, haciendo requiebros a diario para neutralizar los tiempos y envites que propone la muerte.
in memoriam
Durante mucho tiempo, en la casa del asesinado Subinspector Muñoz, estuvo sonando un ruido que procedía de algún lugar impreciso. Era un pitido que semejaba el sonido de una alarma. En una ocasión, moviendo enseres de un lado para otro, descubren de dónde sale el sonido de alarma que ya casi forma parte de sus vidas. En el interior de un armario hay una cajita, dentro de ella hay un reloj marca casio con el cristal ennegrecido y roto. Todos los días, al filo de las siete de la mañana, emite treinta segundos de alarma incierta. Esa lastimera hora a la que se levantan los valientes.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Escombros de la memoria en la Feria del libro de La Bañeza

Adelanto Bañezano 

Feria del Libro 2012.



"Escombros de la memoria", que ya recogimos hace meses en una entrevista que le hicimos al autor, Roberto Carro, en contraportada, fue presentado  en la tarde del viernes 6, en la plaza mayor, y en el acto intervinieron el responsable de La Bañeza Radio, Guillermo Mantecón, que presentó al autor, y los músicos Luis Fernando Sanz y su hijo Manuel, que interpretaron romances y cantos tradicionales en diversos momentos, logrando el aplauso del público.

Guillermo señaló a Roberto como "un hombre importante en la vida cultural de Valcabado del Páramo" y su labor como profesor de criminología e investigador, "que profundiza en los casos que pasan y relata con maestría en un  misterioso y encantador libro".

Roberto subrayó el formato atípico del libro, "amplio y muy visual, que busca compartir la estética y el contenido y que, además de estar pensado, escrito y editado por mí, que no vivo de esto, tiene una rentabilidad emocional, por su parte destinada a la AECC, y recoge constumbrismo y criminología.
"He querido reunir tres facetas -continuó explicando-: la memoria histórica, la causa benéfica y llegar a mis paisanos, contando tradiciones, usos y costumbres del Bajo Páramo, con una trama criminológica en  torno a dos personajes, Juan Herminio y Demetrio, a la manera del Holmes y Watson de Conan Doyle".
El acto incluyó la narración de una parte de cada capítulo y, entre ellas, los dos músicos amenizaron los espacios, a veces acompañados por la voz del propio autor.

jueves, 19 de julio de 2012

Semana Negra de Gijón 2012


ESPACIO A QUEMARROPA / presentación del libro Escombros de la Memoria.




















(...) La actividad en la carpa ya había adquirido velocidad de crucero y la siguiente presentación corrió a cargo de Roberto Carro y su Escombros de la memoria, un libro de formato muy especial (podría parecer un catálogo del Ikea, en palabras de su autor) y cuyo interior también lo es. No en vanola historia que cuenta está ambientada  en el Bajo Páramo Leonés y arranca allá por el siglo X. Éste fue uno de los puntos destacados por el maestro de ceremonias de la presentación, Alejandro Gallo. A lo largo de ocho capítulos, el autor nos presenta a una pareja de personajes que, cuales Guillermo de Baskerville y Adso de Melk, investigan, entre otros asuntos, la muerte de una mujer que parece colgada del rollo de justicia que el autor ubica en una las plazas de su localidad natal. Carro, uno de los impulsores de la exposición de la Asociación Española de Criminología y Ciencias Forenses (SECCIF) que se puede disfrutar en esta Semana Negra, dejó caer la posibilidad de que el certamen acoja en el futuro otra muestra sobre los elementos de tortura utilizados por la Santa Inquisición. Ojalá sea así y la crónica la escriba Jesús Palacios.


MITAD MONJE MITAD SOLDADO




El escritor Alejandro Gallo fue el encargado ayer de descubrir a los que se pasaron por la carpa de El Encuentro de la Semana Negra que los policías también escriben novela policíaca y lo hacen bien. No es casualidad que cada vez sean más los policías que hacen de la escritura su segunda profesión, y es que tal y como explicó Gallo “ahora para entrar en el Cuerpo hay que formarse, y para ascender a algunos puestos es necesario tener una licenciatura”. Esa formación se nota cada vez más en el cuerpo policial, y dos de estos profesionales del orden y también escritores explicaron en Gijón qué fue lo que les llevó a escribir sus novelas negras. Antonio Gómez Montejano y Roberto Carro coincidieron en muchos de sus argumentos y es que los dos defienden que no suelen leer este tipo de novelas ni ver seres policiacas porque consideran que no se corresponden mucho con la realidad. Carro afirmó que” hoy los policías estamos más formados y eso se traduce en una pasión por nuestro trabajo, hay que tener vocación, pero escribir es una pasión añadida, quieres plasmar esas pasiones que tienes de una manera digna y hacerlo como lo haría cualquiera de los que has admirado en tu carrera. Un buen día das un primer paso y parece que lo que haces encandila y te aprovechas de la formación y del día a día, aunque esto no quiere decir que escribamos al pie de la letra lo que vivimos a diario”, desgranó el autor. Antonio Gómez Montejano explicó que él se cree legitimado para escribir este tipo de novela, porque además de policía es periodista de profesión. Gómez Montejano también se mostró crítico con la series y novelas policiacas españolas, ya que bajo su punto de vista, “el policía no se siente reflejado en las serias ni en las novelas policiacas de nuestro país que son una trasposición del modelo americano o ni eso”, apostilló.

sábado, 7 de julio de 2012


Diario de León.

Semana Negra para cinco leoneses

Olga Rodríguez, Secundino Serrano, Alejandro Gayo, Roberto Carro y Migoya presentan sus libros en Gijón.


verónica viñas | león 07/07/2012
Cinco leoneses vivirán a partir de hoy su semana más negra. Los escritores Olga Rodríguez, Secundino Serrano, Alejandro Gallo, Roberto Carro y Hernán Migoya tienen una cita en Gijón rodeada por el misterio. La ciudad asturiana convoca, como cada año, a los maestros del suspense. El tradicional ‘tren negro’, un convoy de Renfe que todos los años traslada de Madrid a Gijón a la comitiva de autoridades e invitados, se topó ayer en La Robla con una barricada colocada sobre las vías por los mineros. El tren sufrió un retraso de una hora y fue recibido en la capital asturiana con el himno de Riego.
Hoy, la periodista Olga Rodríguez, a las 21.00 horas en el espacio A Quemarropa, será la encargada de abrir la presencia de escritores leoneses en la Semana Negra de Gijón. Rodríguez, hija de una conocida saga de periodistas, presenta su libro Yo muero hoy, con el que ya estuvo de promoción en León en mayo y en el que aborda las recientes revueltas en el mundo árabe.
El martes, a las 20.30 horas, hará su debut en el festival literario de Gijón el historiador leonés Secundino Serrano, que presentará su último libro, Republicanos españoles en el gulag. Serrano tendrá como maestro de ceremonias al también escritor y jefe de la Policía Local de Gijón, el astorgano Alejandro M. Gallo. El jueves, Gallo igualmente presentará a Roberto Carro, subinspector del Cuerpo Nacional de Policía y autor deEscombros de la memoria, un libro que mezcla costumbrismo y criminología en un viaje al pasado tras las señas de identidad de la localidad paramesa de Valcabado.
El propio Gallo será protagonista en la Semana Negra ese mismo día, a las 20.30 horas, donde presentará sus dos últimas novelas, Asesinato en el Kremlin y Seis semanas con el comisario Gorgonio. El ponferradino Hernán Migoya tiene una cita doble en Gijón. El próximo viernes presentará Nuevas hazañas bélicas y, un día después, Una grande y zombi. En esta 25 edición de la Semana Negra participan 140 escritores, que ayer exigieron la «inmediata libertad» de la autora mexicana Sanjuana Martínez, arrestada en su domicilio de Monterrey.

jueves, 10 de mayo de 2012

Entrevista Diario de León


Diario de León.
  

  Cultura - 10 DE MAYO DE 2012
    pOR vERÓNICA vIÑAS

   JOSÉ ROBERTO CARRO ESCRITOR Y POLICÍA
«Un crimen horrendo a menudo no es una gran historia para contar»
A este subinspector de policía y profesor de Ciencias de la Seguridad en la Universidad de Salamanca su trabajo de ‘sabueso’ le llevó a la literatura. En su novela ‘Escombros de la memoria’ mezcla costumbrismo y criminología, en un viaje en busca de las señas de identidad del Páramo Bajo.

El escritor y policía natural de Valcabado José Roberto Carro Fernández.
—Alejandro M. Gallo, Ricardo Magaz y usted son policías y escritores. ¿Por qué hay tanto policía escritor en León?

—Que haya tanto policía creo que es una cuestión de oportunidades, de ver opciones de trabajo y buscar una salida laboral estable. Lo de escritor yo creo que es un añadido, una afición más que surge cuando se tiene el deseo de compartir la inquietud de contar.
—En ‘Escombros de la memoria’ hay un dúo de sabuesos como en ‘El nombre de la rosa’...
—Sí, es lo más parecido a ellos pero en formato rural y del Bajo Páramo Leonés. De paso, es un homenaje a quienes dedican su vida al mundo de la investigación criminal. El tándem Fray Guillermo-Apso, Holmes-Watson, y, en mi caso, Juan Herminio-Demetrio, son ejemplos de ello. Este último, pone sus ‘artes’ al servicio de una comunidad rural donde el devenir de los días plantea una serie de acontecimientos que requieren de una investigación.
—Por su experiencia como criminalista, ¿la realidad supera siempre a la ficción?
—Yo creo que no. La ficción muchas veces se escapa a la razón, pues necesita de ese componente morboso, mágico e irreal que deja en el espectador o lector el poso y el atractivo de la fantasía: el imaginario abierto. Pero no es menos cierto que cada vez más la realidad adquiere unas cotas de ficción que, a priori, podrían poner en duda cualquier razonamiento, lo que requiere de un sobresfuerzo para demostrar que las cosas no acontecen porque sí. El método y la ciencia tienen que desmontar cualquier atisbo de ensoñación.
—El libro es también un homenaje al Páramo leonés...
—Claro, es que junto con el trasfondo criminológico (antropología forense, envenenamientos, emparedados, brujería...— entran en escena los usos y costumbres del Bajo Páramo, que bien pueden ser, con pequeños matices, los usos y costumbres de cualquier otro pueblo de nuestra provincia e incluso de nuestra comunidad. Al fin y al cabo no son tantas las cosas que nos diferencian como las que nos unen.
—Recupera además la creación del monasterio de Valcabado y de los tres emparedados descubiertos en la Ermita de Santo Tirso. Da la sensación de que ésa era la razón del libro, recuperar la historia de su tierra; y el resto, una excusa...
—Bueno, es que tomé de la realidad esos dos buenos ejemplos de historia doméstica, más o menos truculentos, para montar un escenario de ficción. Los conocía por lo que cuenta la gente mayor del pueblo y, antes de que desapareciesen para siempre, era bueno ponerlos negro sobre blanco. Ese fue un punto de partida y, claro que sí, otro breve homenaje a mi pueblo. Luego fui ampliando el escenario y las historias, de modo que capítulo tras capítulo se fuese trabando el argumento del libro. Este puede ser otro modo de hacer memoria histórica.
—¿Seguirá escribiendo?
—Sí. He descubierto que me gusta, disfruto con ello y veo que lo que pretendo contar satisface razonablemente bien a los demás. Uno no busca convertirse en un gran contador de historias ni tampoco en vivir de esto. Sólo pretendo ser coherente con un estilo de vida.
—¿Cuenta mejor un crimen un policía?
—Un policía ya cuenta con la materia prima necesaria: la experiencia y, sobre todo, muchas historias vividas. A mayores tiene todo un vademécum de remedios y herramientas para hilar todo el texto. Luego, desarrollar la trama tiene su intríngulis. Un policía sabe plasmar, en un atestado, cómo aconteció e investigó un homicidio, una trata de blancas o un tráfico de estupefacientes. El tema está en que lo hace en términos de legalidad y para un proceso judicial. Esa misma historia, sin tanto aderezo, menos depurada, dándole el toque de ficción del que hablábamos antes y con puntito canalla, se puede llevar a una novela. El secreto está en saber poner los ingredientes.
—¿En su trabajo ha visto algún crimen digno de una novela?
—Parece que un asesino serial, un crimen horrendo como ninguno, por lo impactante y sobrecogedor que pueda resultar, pudiera ser una gran historia para contar; pero no. A menudo sólo da para un ensayo sobre perfiles criminales o para retratar la crónica negra de un país. Pienso que las pequeñas historias, esas que no salen en los periódicos, sabiéndoles dar el toque necesario, también pueden ser el argumento para un buen libro. Hoy por hoy —y lo vemos en las series americanas—, donde hacen verdadero hincapié es en el método investigativo y en la criminalística. Lo científico está de moda.
—¿Por qué cree que tiene tanto éxito la novela negra?
—Las series de ficción han dejado todo ese poso criminológico y criminalístico que está tan de moda. En realidad, la novela negra siempre ha estado ahí, sólo que ahora está viviendo una época dorada.
—¿Es cierto que todos podemos ser asesinos?
—Si falta la cultura, falta la socialización y por lo tanto cualquier cosa puede pasar. Un asesino está expuesto, en cierto modo, a un relativismo o déficit cultural. Pudo haber ocurrido durante la infancia o durante su desarrollo como persona adulta. Hay ciertas cosas que no ha comprendido del todo, que no ha asimilado o que carece de ellas por múltiples razones. Un estímulo inoportuno puede ser nefasto. Creo que esta respuesta es el análisis más políticamente correcto de la expresión común: «se le ha cruzado el cable». Pero si todos podemos ser asesinos en un momento dado, mi respuesta es que no. Creo  que el asesino nace y se hace, pero habiendo en el origen de todo un déficit cultural. Por eso hay que reivindicar la cultura en el sentido más amplio por la capacidad que tiene de humanizar.
—¿También es lector de novela negra?
—A decir verdad no es de mis géneros más leídos, aunque reconozco que acudo a ella de vez en cuando para alternar otros más habituales. Es una manera de refrescar las habitaciones de lo cotidiano. Ficción o no, también es labor de un policía estar bien informado. Con Escombros de la memoria, he pretendido que no sea una novela netamente policíaca, sino más bien una reflexión abierta, donde las pasiones que mueven a la condición humana, encuentren su contrapartida en la mirada y política criminal desplegada por un cura de pueblo y su ayudante, cuyas personalidades pudieran sorprender por su originalidad y puesta en escena.

jueves, 22 de marzo de 2012

Una profiler de aquí (artículo publicado en la revista científcia QdC8)


Juan Díaz de Garayo y Argandoña, "Sacamantecas"
Déjenme que les cuente el atisbo de inocencia que esconde una historia cruel. Sucedió en el último tercio del siglo XIX en tierras alavesas; se llamaba Juan Díaz de Garayo y Argandoña y, por tan rimbombante apellido, bien podría haber pertenecido a alguna familia de rancia estirpe. Pero no, de la presunta cuna solo heredó una vileza que todavía hoy estremece. Tanto es así que su siniestro currículo nada tiene que envidiar al del popular “Jack el Destripador”, y si me apuran al del mismísimo Ted Bundy, por poner dos ejemplos de personajes cuyo siniestro folklore ha sabido llenar audiencias televisivas  y páginas interminables de negro sobre blanco.
Al final uno se da cuenta de que no hacerse eco del ruido que tenemos en casa, forma parte de esa tradición tan nuestra de no comerciar con lo que siempre hemos llamado hechos aislados de la España profunda, dándole una importancia relativa que nos dura el tiempo justo que tarda en pronunciarse la palabra amnesia, limitándolo, en el mejor de los casos, a un aniversario, recordatorio subliminal o referencia histórica que tenga que ver con algún rifirrafe político. Los trapos sucios se lavan en casa y ya está.
En este caso bien está recuperarlo del desván de la memoria para airear alguno de sus pasajes más curiosos. Mientras lo hacemos, percibamos ese aroma que va del rancio al naftalina a medida que refrescamos alguna de las leyendas que integran nuestra más viva tradición. Ésta bien podría tener la apariencia de canción de cuna, o de pacto entre mayores e infantes para que estos últimos desplegasen toda una serie de habilidades psíquicas que les pusiese en alerta ante cualquier sensación de inseguridad, tratando, en la medida de lo posible, que ese aprendizaje reforzase su seguridad personal ante cualquier ataque externo. Por lo tanto, no era extraño para entonces ni tampoco hoy, hacer alusiones a determinados seres despiadados (“el hombre del saco, el coco, el sacamantecas”) que pueblan los callejones oscuros de la noche en busca de niños que no duermen o transitan las calles solitarias a horas intempestivas. Y si eran seres despiadados es más que probable que fuesen horrendos, con atributos físicos muy marcados, además de toda una serie de complementos que tenderían al rechazo y a la evitación. Este acuerdo tácito  basado en el miedo, favorecía a padres e hijos. A los primeros en mayor medida porque, además de reforzar  su principio de autoridad, también cerraba el círculo de protección familiar en torno al niño.    
A Juan Díaz se le probaron unos diez crímenes y es muy probable que se librase de otros tantos. En su carrera delictiva desplegó varias artimañas, pero con mayor pujanza  la del auténtico depredador de los caminos que, previa acechanza, acomete sin consideración a la que se convirtió en su presa preferida: la mujer; la cual, indefensa y lábil, encajaría los descompuestos efectos de una apetencia sexual desmedida y su postrer golpe de gracia. Por lo tanto no era Garayo lo que se dice una divinidad griega que sedujese al más puro y engañoso estilo “Jarabo”; el rechazo que destilaba y sus limitaciones -por no decir nulas artes de seducción- le dejaban sin solución posible de continuidad, tendiendo que actuar así, como una alimaña; con todo el respeto que ésta merece.
Son ya varias las víctimas y los investigadores no logran dar con el autor de los hechos; la cosa empieza a inquietar y la psicosis se apodera de la ciudadanía.  Pero hete aquí que esta leyenda popular del “Sacamantecas” o sus incondicionales a la que he hecho mención, está  a punto de poner nombre y apellidos al perfil criminal que habita en el  inconsciente de una niña. Su representación de caracteres simplificada al máximo, manejando un estudio poblacional tan escueto como el que representan los sujetos cuyas variables físicas y comportamentales resumirían las propias de un Hombre de Cromañón, le lleva, indefectiblemente, a la conclusión de que ése que ha visto por la calle, es el siniestro “Sacamantecas” que le atormenta sus sueños de infancia. Y ahí la tienen, emitiendo su contrastada prueba de veracidad: ¡Ese es! ¡Es él, El Sacamantecas! El revuelo está montado, las gentes de la localidad cuchichean, sopesan la realidad que les muestra la niña y empiezan a apuntar con sus dedos en una misma dirección.
A partir de aquí, lo que le espera a Garayo son una serie de interrogatorios inquisitivos por parte de las Autoridades que le hacen derrotar y declarar su siniestra actividad criminal.
Está claro, la niña no solo puso fin a la errática y desorganizada carrera delictiva del, ahora sí, “Sacamantecas” de carne y hueso, sino que además refutó con su “técnica de profiling más pueril” las teorías de Cesare Lombrosso referidas a su “L’uomo delinquente”.
Juan Díaz de Garayo y Argandoña, más conocido como “El Sacamantecas” fue ejecutado a garrote vil el 11 de mayo de 1881 en la prisión del Polvorín Viejo de Vitoria.

De las crestas papilares III (artículo publicado en la revista científica QdC-6)


Al Karpis
De todos es sabido que desde tiempos inmemoriales se viene atribuyendo a los dibujos digitales que pueblan las palmas de nuestras manos, un valor supremo, casi absoluto de cara a la identificación personal; al principio sin el rigor científico necesario, pues, las explicaciones más plausibles pasaban por ser, cuanto menos, un saber antiguo que nacía de la propia fe. Así, determinados pasajes bíblicos, (Libro de Job 37-7), Eliú, al cantar la Sabiduría del Creador, dice: “Él pone un sello sobre todo hombre para que todos reconozcan que es obra de Él”. Luego, con la evolución histórica que ha sufrido la dactiloscopia como ciencia válida para la identificación, tomando forma y aspecto definitivo a base de aplicaciones empíricas, prácticas, investigaciones anatómico-descriptivas, científico-descriptivas y clasificaciones prácticas, hasta llegar a ser lo que son: uno de los sistemas de identificación que, junto con el ADN, gozan de mayor popularidad y aceptación, se fraguaba un sistema que al menos de momento resulta infalible. Y fíjense que digo “casi absoluto” porque a uno siempre se le plantea la duda de que, si a las propia configuración de las crestas (ver QdC 4 y 5) les sumas un  método basado en la práctica científica, según la cual la repetición o duplicidad de los procedimientos y de sus conclusiones tienen validez probatoria, resulta que las garantías son plenas para este sistema;  pero, cuidado,  porque en ocasiones puede quedar desvirtuado por el también “talento” de nuestros contrincantes en el escenario donde se desarrolla la contienda criminal.
A este respecto y también desde antiguo, ya hubo quien trató de “sabotear” la relación biunívoca que une a la persona con su código de barras papilar. El ingenio no tiene límites cuando se trata de poner en jaque el buen hacer del investigador. Así pues, los intentos de alteración de las yemas de los dedos, ocupa una parte mínima en el devenir histórico de la identificación, a la que vamos a considerar anecdótica por lo improductiva, aunque no por ello carente de cierto romanticismo. Digamos que todo parte de esa cualidad fundamental de los dibujos formados por las crestas papilares, de ser inmutables. Para lo bueno y para lo malo, partimos de ella como premisa; y es que su origen debido a una formación en el grueso de la dermis, y su persistencia o regeneración en tanto aquélla no sea alterada, es el caballo de batalla para los que basan su trabajo en este principio biológico y para quienes sabiéndolo o no, tratan de falsearla. Tienen una especial significación los intentos llevados a cabo por el capo Jack Pretty Klutas, caso que salió a la luz en el año 1934 cuando se “limó” las crestas papilares de las yemas de los dedos. En la misma línea Al Karpis o Freddie Barker, recurrieron a los servicios del conocido médico “remendador de gángsters” Joseph P. Morán para que les retirase el tejido de las yemas de los dedos. Los resultados de la cirugía de urgencia llevada a cabo para cada uno de ellos, arrojaron los mismos resultados, y es que, cuando les quitaron las vendas, descubrieron que sus líneas papilares empezaban de nuevo a mostrarse a través del tejido cicatrizado. Otras formas ingeniosas de intentos de falsificación pasan por realizar sellos de goma que reproduzcan una trama de similares características a las que forman las crestas. La realidad es que intentar reproducir artificialmente el proceso por el que, partiendo del sudor humano, se forme una huella latente normal, es tarea harto complicada. La sola observación con una lupa, o siendo la réplica de una calidad aceptable y en consecuencia se sometiese a la observación minuciosa de un microscopio, mostraría imperfecciones o carencias que alertarían sobre su autenticidad. En definitiva, tratar de reproducir los pequeños detalles individualizadores no resulta fácil. Por ejemplo: si ya es difícil “calcar” una trama de crestas, con una morfología determinada que puede aglutinar hasta 120 puntos característicos distribuidos en una matriz -que es garantía de identificación-, con un paralelismo que varía en función del tipo de dactilograma, a su vez vinculado a un núcleo o delta que también es típico para esa huella o fragmento de ella…, imagínense entonces, el dimensionado micrométrico de un poro situado en un punto concreto de una cresta, en relación de longitud y latitud con otros poros, surcos y crestas; pues, a primera vista, se me antoja un trabajo que requiere de algo más que ánimo de defraudar. Lo último es plantar cara a la biometría informática que toma como patrón las características fisiológicas que son en sí mismos los dibujos digitales. Así que, sin el más mínimo rubor, ya ha habido quien ha ideado un método para diseñar huellas dactilares que engañen a los sistemas de autentificación biométrica; y recordemos que lo último en identificación, es precisamente esto: aplicar parámetros matemáticos y estadísticos sobre los rasgos físicos o de conducta de un individuo para “verificar” identidades o “identificar” individuos. Bueno, pues, en diez o doce puntos, y como si de una receta magistral se tratase, resumen un procedimiento que, de ser puesto en práctica, podría –en primer término- hacer saltar las alarmas. Nada a lo que no se consiga poner freno a base de una excelente ciencia e igual preparación.

martes, 20 de marzo de 2012

Presentación del libro "Escombros de la memoria" en el Centro Leonés "Virgen del Camino" de Valladolid


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Filandón músico-literario
El pasado día 25, el Dúo Destierro, acompañados para la ocasión de la "diva asturiana Gisela", y del "tenor palentino Gregorio", participaron del filandón músico-literario que se organizó para la presentación del libro "Escombros de la memoria". Un acto entre paisanos, familiar y sencillo, que supo a verdadera gloria. Las coplas, los usos, las costumbres y el entramado criminológico de la obra, se fundieron con el paisanaje que abarrotaba el salón de actos del Centro Leonés Virgen del Camino, con sede en Valladolid.  Desde aquí quiero dar las gracias a su Presidente, Pedro, y también a Loli, su secretaria que, junto con Modesto y el grupo de guitarras "Alborada", nos arroparon durante todo el acto. Y, por supuesto, gracias a todos los socios y asistentes que quisieron tomar parte de este filandón para el recuerdo.

Presentación del libro "Escombros de la memoria" en la casa de León en Madrid

El pasado día 16 de marzo, presentamos el libro "Escombros de la Memoria" en la casa de León en Madrid. Una vez más, el formato de presentación de la obra, se basó en vincular el contenido de los relatos, con piezas musicales interpretadas magistralmente por el quinteto de metales  "Brasslladolid". Así, entre los usos y costumbres del Bajo Páramo Leonés, con un elaborado trasfondo criminológico, también tuvieron cabida danzas renacentistas, piezas barrocas y contemporáneas, jazz o música vinculada al cine negro. Todo ello canalizado por un genial maestro de ceremonias -maestro y amigo Antonio Cela- que supo llevarnos de la mano durante todo el acto, siendo capaz de, por ejemplo, darse una vuelta por el día que arranca en un viejo mercado semanal en la localidad de La Bañeza, al tiempo que, mientras va percibiendo los aromas tempranos que deja la harina recién horneada, los cestos de mimbre y paja, la madera labrada en forma de aperos y la propia vida de los hombres que allí habitan, imagina ese mismo amanecer en las calles de Nueva York. El resultado de esta fusión de texturas musicales, rurales  y urbanas es sólo un ejemplo de lo que el imaginario y la sensibilidad de quien lo orquesta es capaz de sublimar. Una muestra que por lo atrevida ya resulta, cuanto menos, innovadora y espectacular. Tanto es así que el propio Presidente de la Casa, Rafael Álvarez, manifestó al final del acto que después de sus veinte años al frente de la Institución, nunca antes había visto -al menos en formato para presentación de libros- algo tan original y bello.




Desde aquí, quiero dar las gracias a la propia Casa de León en Madrid por su excelente acogida, a mis amigos Antonio Cela, Juan Enrique Soto, Ernesto Ruiz, Angélica,  Alberto Angoso.., y a todos los que nos acompañasteis en esta tarde-noche para el recuerdo. Y cómo no, también quiero dar las gracias a los chicos del Quinteto de Metales "Brasslladolid", Rodrigo, Alex, Alfonso, Ramón y Mario por su excelente y desinteresado hacer.

jueves, 15 de marzo de 2012

Presentación de libro "Escombros de la Memoria" en la casa de León en Asturias

En la casa de León en Asturias (Gijón), repetimos formato. Un filandón músico literario para amenizar la presentación del libro "Escombros de la memoria". Como en Valladolid, todos comentaban la originalidad de la puesta en escena, pues la calidez del fuego, las coplas y la musicalidad bañada de espuma de mar rompiendo en la misma base de la cercana "escalerona", dieron el toque necesario para que todos nos sintiésemos un poco más paisanos. El público que abarrotaba el salón de actos de la sede, comentaba al finalizar el acto: -"Qué buen gusto deja el revivir los filandones tal cual, como si el tiempo se hubiese detenido”. De paso, -decían otros- “acudimos a un ejercicio de evocación histórica que creíamos perdido y que supo a verdadera gloria”.
Desde aquí, mil gracias a todos mis paisanos en Asturias; gracias por su excelente acogida y por su hospitalidad.


miércoles, 7 de marzo de 2012

De las crestas papilares II (artículo publicado en el número 5 de la revista científica QdC; Cuadernos de Criminología)


En el número anterior vimos que, hoy por hoy, podemos decir que no existen dos huellas idénticas. Resumiendo, similitudes sí, pero no igualdades; y ello era debido a la carga genética, por un lado, y al ambiente que rodeaba al nasciturus en los primeros meses de vida intrauterina, por el otro.  Esta aseveración es así y prueba de ello es que las policías de todo el mundo se están gastando una cantidad ingente de dinero en sistemas de identificación basados en las crestas papilares. “Ladran los perros, eso quiere decir que cabalgamos, amigo Sancho”. Pero las posibilidades que dan estas formas caprichosas, no sólo se centran en el mundo de la identificación criminal (identificación de detenidos, identificación de víctimas en atentados terroristas, e identificación de huellas recogidas en el escenario del crimen); pues, también la identificación civil (identificación a través del DNI, identificación de cadáveres, personas desaparecidas y accidentados, identificación de recién nacidos y para el control de acceso a fronteras) o la identificación privada (controles de acceso a zonas restringidas, laboratorios, ordenadores, cajas de caudales…, etc.) utiliza el patrón dactilar para sus fines.  Lógicamente este modelo se adapta a los nuevos tiempos y, dejando atrás la tinta tipográfica, se llena de tecnología y asume la técnica biométrica como ciencia en la que apoyarse. Después de un siglo y medio, la necesidad que tuvo entonces William Herschel, se ha perfeccionado tecnológicamente para dar respuesta a otra que ya está ampliamente globalizada, y con el sustrato científico que entonces le pudo faltar a aquél. De cualquier modo, también fue su mérito el sentar las bases del principio general de la práctica científica, según el cual la duplicación o repetición de los procedimientos y de sus conclusiones tienen validez probatoria. A eso vamos. Al pobre William se le planteó un problema el día que lo nombraron Gobernador de Bengala, y tuvo que administrar las pagas de jubilación de la soldadesca hindú, viendo que éstos reincidían en su pretensión de cobrar dos veces haciéndose pasar por otra persona. Para ello aplicó su experiencia de haber observado la impresión de su dedo índice con un intervalo de veinticinco años, habiendo concretado que el dibujo papilar se mantenía idéntico en todo este período. Probablemente había descubierto dos de las principales características de las crestas papilares: la perennidad y la inmutabilidad.  Es decir, son perennes porque nacen y se van con nosotros, y son inmutables porque se mantienen invariables en forma, tamaño y disposición, aunque accidental o intencionadamente, se cause un traumatismo sobre ellas. Aunque esto último no es del todo cierto, porque si el traumatismo alcanzara la capa más profunda de la piel, esto es, la capa alta de la dermis, afectaría a las papilas de las que ya hemos hablado, y entonces no se regenerarían, y si lo hiciesen no serían idénticas a las primigenias. Por otro lado, decir que  en el supuesto traumático quedaría un tejido cicatrizal escleroso que tendría validez identificativa por sí misma.

Y, por cierto, ya que hemos hablado de antigüedad al referir los veinticinco años de Herschel, es obligado citar otro experimento similar llevado a cabo por el antropólogo alemán Welker, quien, a la edad de 34 años –corría el año 1856- registró su huella palmar para cotejarla cuando cumplió los 75 años, encontrando una identidad absoluta. Habían pasado cuarenta y un años. Y otra cosa más, con esto queda dicho que no sólo tiene poder identificativo la huella dactilar (la que se asienta en la falange distal de las yemas de los dedos) sino que también las palmares (relieves epidérmicos asentados en las palmas de la mano;  quiroscopia)  y con ellas, las plantares ( relieves epidérmicos asentados en las plantas de los pies; pelmatoscopia). 
crestas y surcos papilares
La otra característica que cierra la trilogía de las crestas papilares, es que son diversiformes. En la actualidad los gabinetes de identificación trabajan con un número más o menos tasado de relieves (puntos característicos y morfología general de la cresta) cuya forma, dirección y situación -en cantidad y calidad suficientes- avalan la identificación dactilar biométrica como una conclusión absoluta. Lo que quiere decir que no hay base para conclusiones probables basadas en juicios personales, teniéndose en cuenta, eso sí, los márgenes de tolerancia aceptables, que deberán ser justificados por los especialistas en su conclusiones finales, umbrales de tolerancia…, etc.
 Con los dedos se estudian las características particulares e individuales que presentan las crestas papilares; como hemos dicho: morfología general de las crestas y puntos característicos; pero aún hay más. Y es que, cuando se aborda el estudio de la dactiloscopia, se plantea como auxiliar de aquélla, la poroscopia, o lo que es lo mismo: “técnica de identificación biométrica que tiene por objeto el estudio del número, situación y forma de los poros o glándulas sudoríparas asentadas en las crestas papilares”. Ahora sí, podemos decir que la dactiloscopia es lo más parecido a un sistema de identificación integral y seguro, cuya clave de acceso la proporciona nuestro propio cuerpo.

domingo, 29 de enero de 2012

De las crestas papilares I (publicado en la revista QdC4, diciembre de 2008)

El pasado verano algunos medios de comunicación se hicieron eco de  una noticia que, de ser cierta, hubiese hecho revolver en la tumba al mismísimo Galton. En televisión y en la prensa escrita, aparecía el siguiente titular: “Nacen en el Maresme unos trillizos idénticos y con la misma huella”. Dicho así, para todos aquellos que de un modo u otro creemos en el potencial identificativo de las crestas papilares, supuso una preocupación temporal. Había que entrar en harina e ir al fondo del asunto. La duda y la lógica preocupación se desvanecían por sí solas. Sólo requería seguir leyendo la noticia para darse cuenta de que se estaba cometiendo un error con motivo de un hecho, en cierto modo impactante y que, así planteado, rompía los postulados históricos de un sistema de identificación con rigor y base científica, que tenía como base las huellas dactilares. Lógicamente, si lo que buscaban eran cotas de audiencia o protagonismo periodístico por haber dado la primicia, lo habían conseguido.
Lo que vino después de la alarma fue el reconocimiento del error. Parece ser que los padres de los pequeños alumbraron a los medios el hecho insólito de que sus hijos, no solamente eran iguales, sino que también sus huellas dactilares lo eran, siendo esta la razón por la que cada uno de ellos llevaba una pulserita de un color que le diferenciaba de los otros dos hermanitos. Los felices padres quisieron ser tan distinguidos con la noticia, que por unos días lo consiguieron. Estaban poniendo en jaque un sistema de identificación globalmente aceptado  por la comunidad científica y herramienta clave del trabajo policial diario. Por supuesto que no vamos a entrar en cómo se gestó la noticia, si fue un bulo, una machada, o un atrevimiento que respondía a intereses comerciales. Da igual. Lo que sí es cierto es que dejó un camino abierto a la controversia, que se contrarresta negando la mayor, esta vez sí, con una explicación ad hoc de por qué dos huellas no pueden ser iguales. 
 Para ello tenemos que ir a los orígenes. El primer postulado parte del hecho de que las huellas digitales son características exclusivas de los primates y que, en concreto, en la especie humana, se forman a partir del sexto mes de vida intrauterina del feto, y no varían a lo largo de  toda la vida del individuo. Pero, llegado este punto, es bueno que demos una explicación somera de lo que son los dibujos digitales. Cualquiera de nosotros nos hemos mirado en alguna ocasión las falanges distales de nuestros dedos. A primera vista, lo que vemos, podría parecernos un conglomerado de rayas anárquicas que van y vienen sin ningún fin predeterminado. Pues resulta que no. Estas formas caprichosas que adopta la piel que cubre la cara palmar de las manos y la plantar de los pies, son la base con la que trabaja el método de identificación. Y resulta que sus formas, perfectamente escrutadas y clasificadas, constituyen el fin que hemos adoptado para su “predeterminación”. La identificación de las personas. Para abundar más, diremos que los dibujos digitales están constituidos por rugosidades que forman salientes y depresiones. A los salientes los vamos a denominar crestas papilares y a las depresiones surcos interpapilares. A su vez las crestas papilares presentan una disposición de cierto paralelismo entre sí, hasta que se interrumpen o unen a las crestas colindantes. A estas interrupciones y uniones las vamos a llamar puntos característicos. Esto y poquito más es  la materia prima que configura el código de barras que llevamos impreso en nuestros dedos. Pues bien, ¿cuál es su origen? Digamos que lo que ocurre en el seno materno respecto de la formación de las crestas papilares, obedece, por un lado, a la carga genética, y por el otro es el ambiente quien lo determina en su mayoría. El genoma determina las características más generales de las crestas, mientras que el ambiente, en una fase posterior, determina los detalles del patrón. Por eso, no nos debe sorprender  apreciar similitudes en los familiares (hermanos, padres, hijos...), pero sólo eso, similitudes en cuanto al tipo. Nunca igualdades. Lo demás viene determinado por las condiciones a las que está expuesto el feto durante su desarrollo en esa fase más tardía.
 Pero, ¿qué queremos decir con que el ambiente determina mayoritariamente el patrón? Bien, vayamos por partes. De todos es sabido que la piel se estructura en tres capas superpuestas. La más externa o epidermis, la capa media o dermis y la más profunda o hipodermis. Aunque, para el caso que nos ocupa, vamos a fijarnos solamente en la epidermis y en la dermis. Es en ésta última donde tienen su origen los dibujos digitales, consecuencia a su vez de una alineación de protuberancias asentadas en la capa alta de la dermis llamadas papilasCon esta explicación queda claro que lo que vemos exteriormente abultado son las crestas papilares, consecuencia de estas papilas, y las depresiones son los surcos interpapilares. Por cierto que esta alineación característica solo se produce en la palma de manos y en la planta de los pies,
Hecha esta aclaración volvemos al seno materno y nos situamos en torno al tercer o cuarto mes de vida intrauterina. La exposición de la piel en pleno proceso de formación al “ambiente”, esto es, al líquido amniótico, presión sanguínea, nutrición, temperatura, posiciones del feto….etc., son factores que interaccionan para dar el aspecto distintivo a la huella dactilar que, dicho sea de paso, tampoco coincide en los dedos de una misma persona. Sería algo así como disponer en nuestra palma y en nuestra planta de unas láminas de plastilina que calcan cada uno de estos factores ambientales a los que se ven sometidos.
Alguien podía pensar que este innatismo tiene una utilidad establecida de antemano para la identificación de las personas. Pero no. Que lo aprovechemos no quiere decir que ese sea su único fin. De hecho, el fin, naturalmente evolutivo, tiene que ver con la facilidad que supone tener una piel rugosa en las manos y en los pies, materializada en crestas y surcos que nos permita coger los objetos. Claro que, nuestros parientes homínidos más cercanos, por aquello que podríamos denominar un déficit evolutivo, siguen utilizando las extremidades inferiores (también las superiores) para coger y cogerse a los objetos, menesteres estos que fueron comunes a nosotros hace unos pocos millones de años. Así que no nos parezca extraño que también nuestros primos tengan huellas dactilares.
Han pasado más de cien años de estudios lofoscópicos y, tras el conocimiento empírico (experiencia y práctica), se ha determinado que no existen dos huellas iguales. Dicho de otro modo, no existen dos personas que hayan podido experimentar las mismas circunstancias (genoma + ambiente) que dieran lugar al mismo dibujo final. Para los amantes de la estadística, un dato. En unas pruebas realizadas por el FBI, se concluyó que la probabilidad de que una impresión se repitiera de igual forma en dos individuos diferentes, era de 1 por 10 elevado a 97. Lo que equivaldría a decir que la probabilidad es cero, pues pensemos que en toda la historia de la humanidad no han existido ese número de huellas. Descansa Galton.