En el número anterior vimos que,
hoy por hoy, podemos decir que no existen dos huellas idénticas. Resumiendo, similitudes
sí, pero no igualdades; y ello era debido a la carga genética, por un lado, y al
ambiente que rodeaba al nasciturus en
los primeros meses de vida intrauterina, por el otro. Esta aseveración es así y prueba de ello es
que las policías de todo el mundo se están gastando una cantidad ingente de
dinero en sistemas de identificación basados en las crestas papilares. “Ladran los perros, eso quiere decir que
cabalgamos, amigo Sancho”. Pero las posibilidades que dan estas formas
caprichosas, no sólo se centran en el mundo de la identificación criminal (identificación de detenidos, identificación
de víctimas en atentados terroristas, e identificación de huellas recogidas en
el escenario del crimen); pues, también la identificación
civil (identificación a través del DNI, identificación de cadáveres,
personas desaparecidas y accidentados, identificación de recién nacidos y para
el control de acceso a fronteras) o la identificación
privada (controles de acceso a zonas restringidas, laboratorios,
ordenadores, cajas de caudales…, etc.) utiliza el patrón dactilar para sus
fines. Lógicamente este modelo se adapta
a los nuevos tiempos y, dejando atrás la tinta tipográfica, se llena de
tecnología y asume la técnica biométrica como ciencia en la que apoyarse.
Después de un siglo y medio, la necesidad que tuvo entonces William Herschel,
se ha perfeccionado tecnológicamente para dar respuesta a otra que ya está ampliamente
globalizada, y con el sustrato científico que entonces le pudo faltar a aquél.
De cualquier modo, también fue su mérito el sentar las bases del principio
general de la práctica científica, según el cual la duplicación o repetición de
los procedimientos y de sus conclusiones tienen validez probatoria. A eso vamos.
Al pobre William se le planteó un problema el día que lo nombraron Gobernador
de Bengala, y tuvo que administrar las pagas de jubilación de la soldadesca hindú,
viendo que éstos reincidían en su pretensión de cobrar dos veces haciéndose
pasar por otra persona. Para ello aplicó su experiencia de haber observado la
impresión de su dedo índice con un intervalo de veinticinco años, habiendo
concretado que el dibujo papilar se mantenía idéntico en todo este período. Probablemente
había descubierto dos de las principales características de las crestas
papilares: la perennidad y la
inmutabilidad. Es decir, son
perennes porque nacen y se van con nosotros, y son inmutables porque se
mantienen invariables en forma, tamaño y disposición, aunque accidental o
intencionadamente, se cause un traumatismo sobre ellas. Aunque esto último no
es del todo cierto, porque si el traumatismo alcanzara la capa más profunda de
la piel, esto es, la capa alta de la dermis, afectaría a las papilas de las que
ya hemos hablado, y entonces no se regenerarían, y si lo hiciesen no serían
idénticas a las primigenias. Por otro lado, decir que en el supuesto traumático quedaría un tejido
cicatrizal escleroso que tendría validez identificativa por sí misma.
Y, por cierto, ya que hemos
hablado de antigüedad al referir los veinticinco años de Herschel, es obligado citar
otro experimento similar llevado a cabo por el antropólogo alemán Welker,
quien, a la edad de 34 años –corría el año 1856- registró su huella palmar para
cotejarla cuando cumplió los 75 años, encontrando una identidad absoluta.
Habían pasado cuarenta y un años. Y otra cosa más, con esto queda dicho que no
sólo tiene poder identificativo la huella dactilar (la que se asienta en la
falange distal de las yemas de los dedos) sino que
también las palmares (relieves epidérmicos asentados en las palmas de la
mano; quiroscopia)
y con ellas, las plantares ( relieves epidérmicos asentados en las plantas
de los pies; pelmatoscopia).
crestas y surcos papilares |
La otra característica que cierra
la trilogía de las crestas papilares, es que son diversiformes. En la actualidad los gabinetes de identificación
trabajan con un número más o menos tasado de relieves (puntos característicos y
morfología general de la cresta) cuya forma, dirección y situación -en cantidad
y calidad suficientes- avalan la identificación dactilar biométrica como una
conclusión absoluta. Lo que quiere decir que no hay base para conclusiones
probables basadas en juicios personales, teniéndose en cuenta, eso sí, los
márgenes de tolerancia aceptables, que deberán ser justificados por los
especialistas en su conclusiones finales, umbrales de tolerancia…, etc.
Con los dedos se estudian las características
particulares e individuales que presentan las crestas papilares; como hemos
dicho: morfología general de las crestas y puntos característicos; pero aún hay
más. Y es que, cuando se aborda el estudio de la dactiloscopia, se plantea como
auxiliar de aquélla, la poroscopia,
o lo que es lo mismo: “técnica de
identificación biométrica que tiene por objeto el estudio del número, situación
y forma de los poros o glándulas sudoríparas asentadas en las crestas
papilares”. Ahora sí, podemos decir que la dactiloscopia es lo más parecido
a un sistema de identificación integral y seguro, cuya clave de acceso la
proporciona nuestro propio cuerpo.
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