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miércoles, 11 de enero de 2012

ESCOMBROS DE LA MEMORIA






Escombros de la memoria es un ejercicio de introspección para recuperar la lucidez del tiempo. Saber quiénes somos requiere este gratificante esfuerzo que es escrutar las huellas que nos llevan hasta lo que aconteció ayer; tan inmediato y actual que si nos fijamos con detalle, hallaremos su reflejo en el presente. Sólo hay que avanzar con la mirada abierta, observar los hitos y deleitarse en el paisaje que se abre. El resultado es una fusión de texturas hechas a base de adobes y penurias. Es el Páramo Leonés y se nota. Gentes de condición extraordinaria que han sabido sobreponerse a la obstinada miseria que siempre reinó en esta llanura de solana; y que hoy, redimida su historia por el agua que riega sus campos, refresca los usos y costumbres milenarios que gestaron sus orígenes. El resto de la argamasa la compone el imaginario y la ficción del autor, que ha querido poner en cada mojón que jalona el camino recorrido una impronta de misterio, investigación y artes deductivas. Un trasfondo criminológico apasionante que consolida el armazón de cada capítulo, dotándolos de la frescura necesaria para que el lector pueda caminar por el iter criminis y sus adláteres bonachones: percibiendo el rancio olor del delito, sus argucias, sus recovecos y su variopinta puesta en escena  hasta llegar a la ansiada verdad.


Y por abundar un poco más..:





“Escombros de la memoria”. Tras él se esconde el afán por recomponer ese pequeño mosaico que es nuestra intrahistoria; la que está diseminada por aquí y por allá; unas veces es el testimonio de la gente y, otras, los documentos o referencias a hechos puntuales que graban el acontecer de un pueblo. Así, la palabra “escombros” cobra ese doble sentido que pretendo con el título. Por una parte busco reunir los restos para tener más o menos claro nuestro pasado histórico y, por el otro, darle a la otra parte -la criminológica- una pátina de cosa rota, maltrecha; si se quiere,  descompuesta, que funciona como símbolo o metáfora  de lo que es en esencia el delito y sus formas, los autores y las víctimas.

La memoria rota, sus escombros, los podemos recomponer con tan sólo echar la vista atrás y escrutar las piezas halladas como lo haría un antropólogo; y esos mismos escombros –la norma social quebrantada y hecha jirones a causa del delito y sus franquicias- también tienen aquí su particular resarcimiento o recomposición. Ambas cosas pretenden conjugarse en la novela y en el título.    

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