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jueves, 12 de enero de 2012

Merci, Monsieur Locard

Edmond Locard

Cuando nos referimos al delito, a todo su perimundo, a sus franquicias, pero más cuando nos referimos técnicamente “al malo”, solemos acuñar una expresión a mi modo de ver desacertada. Parece que necesariamente éstos –los malos– tienen que dejarnos en clara desventaja. No del todo. Es más correcto decir que, cuando ellos han salido, nosotros todavía nos estamos calzando las alpargatas. Pero no preocuparse, todo es cuestión de tiempo y de cómo se desarrolle la carrera. Ya les pillaremos. Y si no, la venganza divina será nuestra carta de salvación en la bocamanga: “les castigará Dios”. Al referir la utopía quiero decir que, a quien tiene encomendada tan ardua labor, no le puede vencer el desmayo que da el verse sin pistas, sin vestigios, sin nada de lo que tirar. Aun con pocas o nulas posibilidades de éxito, aun cuando la suerte se alía con el desánimo, haremos buena la profecía; el exitus del delito perfecto estará más cerca. Quizás, así quiso verlo Edmond Locard cuando propuso su afamado principio de intercambio: “Quiscunque tactus vestigia legat(*), y a él debemos aferrarnos cuando la persistencia en busca de la milimétrica parte de un indicio que en tercera o cuarta generación, perfectamente engranado en la cadena otros indicios, dé lugar a una evidencia y, de ésta, salga la senda que nos lleve a la prueba inculpatoria. Precisamente, estos mínimos conceptos que hacen grande la Criminalística y su razón de ser, son el ansiado trofeo a disputar por quienes con obstinación la distraen u ocultan, y por quien con afanoso esfuerzo las escrutan entre brozas.


Dentro de la Criminaística –y más concretamente dentro de la Policía Científica–  encontraremos salvoconductos de legalidad para cada situación de desventaja. El truco, el ardid, no son nuestras bazas pero sí de nuestros contrincantes. Nuestro proceso investigativo ha de estar escrupulosamente guiado por principios de eficacia, pero sobre todo por principios que acaten nuestro manual de juego: La Ley de Enjuiciamiento Criminal. Así, la Criminalística a través de la Policía Científica, articula métodos y soluciones de legalidad que, a su vez, son ciencia porque se vale de otras ciencias para tratar el delito y esclarecerlo.

Vayamos por partes. El delito nace con su ideación, se prepara, se ejecuta y en el mayor número de casos finaliza con el aprovechamiento en forma de tangible o simple satisfacción por haber hecho –aunque reprobable– lo que se tenía que hacer. Si hablamos de Criminalística, salvo la primera, cada una de estas etapas escrupulosamente analizadas, deben darnos algún rédito indiciario. Si no, estamos abocados a dejar dormir el caso hasta que otras líneas de investigación –o un nuevo hecho– introduzca nuevas vestigios que amplíen el horizonte ciego de los que descansan. Hay vida, hay esperanza. Cosa distinta es que, dado que la Ciencia Policial –por ser ciencia tiene limitaciones– tengamos que innovar la técnica o  evolucionarla, por ejemplo. Para el resto de casos tendremos las especialidades, tan amplias como el propio espectro de habilidades y posibilidades delictivas. Conozcámoslas.

La lofoscopia forense:

Desde que se inició con el rigor científico necesario en la segunda mitad del siglo XIX, no ha parado de dar sus frutos. Las crestas papilares son el código de acceso, la clave secreta que da innatismo a cada persona y eso lo agradece el técnico de policía científica que localiza huellas o fragmentos de éstas en la escena del crimen. Acumular la experiencia y la pericia suficiente para determinar aquellos soportes que mejor las contengan y, lo que es más difícil, ponerlas de manifiesto para tratarlas convenientemente en el laboratorio con el fin último de ponerles nombre y apellidos, es labor que requiere laboriosidad y paciencia benedictina. Por su destacada utilización, la dactiloscopia (estudio de las crestas papilares que se asientan en las falanges distales de las yemas de los dedos de las manos) es la joya de la corona dentro de la lofoscopia (estudio de las crestas papilares). Un estadio menor ocupan las ramas referidas a la pelmatoscopia (estudio de las crestas papilares que se asienta en la planta de los pies), y la quiroscopia (estudio de las crestas papilares que se asientan en las palmas de las manos). Para quienes no crean en sus muchas posibilidades, un dato: Teóricamente, sólo se podrían encontrar dos huellas idénticas en un espacio de siglos representados por la cifra 1 seguida de 48 ceros.

Biología forense:
Si mucha es la fiabilidad identificativa que presenta la lofoscopia, no lo es menos extraer y analizar ADN de rastros cedulados como son los de la sangre, saliva, esperma, pelos, mocos, caspa, tejido epitelial, muscular, visceral, óseo, de uñas, de dientes, etc.; indicios biológicos abundantes en muchas formas delictivas, pero sobre todo en aquéllos que atentan contra la vida, la integridad física de las personas o su libertad sexual.

Química forense:
También la química desarrolla una actividad forense si las muestras de  indicios que trabajamos son explosivos o sus restos, tierra, flora, vidrios, sustancias estupefacientes, fármacos, bebidas, fibras de papel, tintas, los restos de pólvora y la recuperación de números de serie en aquellos hechos en los que intervengan armas de fuego.

Balística forense:

Dentro de esta especialidad que a su vez se  divide en balística operativa, dedicada al estudio técnico de amas, cartuchería y distancias de disparo;  y balística identicativa, dedicada al estudio y relación de elementos balísticos (vainas y cartuchos),  encontramos otra especialidad denominada instrumentoscopia (trazas instrumentales), quizás tan desconocida como su propio nombre, pero de vital importancia en la actividad identificativa. Su técnica se aplica en el estudio de huellas dejadas por herramientas, calzado, armas blancas, neumáticos… También amplía su actividad a las distintas fracturas que se producen en objetos, susceptibles de ser cotejados –unos y otros– en el microscopio de comparación inventado por Henry  Goddar.

Grafoscopia y documentoscopia:
Para todos aquellos delitos en los que de un modo u otro intervenga el soporte papel, como efectos de manipulación, falseamiento o para asentar de forma latente la radiografía de la personalidad de quien lo maneja, con un propósito claramente espurio, se cuenta con estas dos ciencias que buscan, por una lado, la grafía intrusa e ilegítima y, por otro, escrutan  la originalidad y oficialidad maltrecha. También los instrumentos de impresión son otra puerta de trabajo para esta pericia.

Entomología forense:
Y qué hacer cuando –por una razón u otra– nuestra actividad comienza en el momento que atravesamos la puerta que da acceso a una crepuscular habitación, alfombrada por tres generaciones de coleópteros y dípteros que estallan bajo nuestras calzas, a medida que nos acercamos al cadáver tendido sobre un jergón y desbordado de fauna cadavérica. ¿Puede que lo tengamos todo perdido? También en estos casos rentabilizamos al máximo los recursos existentes. El estadio de la colonización o su alimento base nos serán de gran interés a la hora de determinar la data de la muerte y su posible causa.

Antropología forense:

Sus tareas más habituales son el estudio de cadáveres, restos óseos, esqueletos, etc.; unas veces fruto de la actividad criminal y otras de su hallazgo puntual desconocido o por razón de algún siniestro sobrevenido. Aquí juegan sus bazas las descripciones fisonómicas, el retrato robot o identy kit, las superposiciones craniométricas, la regeneración de pulpejos o la propia odontología forense.

Medicina forense:
También rescatamos para nuestra labor criminilástica el buen hacer de la medicina forense. De esta forma, tratará de resolver todas las interrogantes que se asientan sobre una anatomía agotada. Tratará de resolver problemas tanatológicos médico-legales; establecerá diagnóstico diferencial entre las lesiones vitales y posmortales; hará lo propio respecto de la etiolgía de la muerte violenta…. Y así, en un sin número de fenómenos que circundan a la víctima en el preciso momento en que es acometida, volcará pericia en su inspección ocular más especializada –la autopsia– acotando con metódica precisión, el vínculo que hay entre las causas y los efectos a que dieron lugar su intervención especializada.

Acústica forense, imagen forense e informática forense:
En el siglo de la información y las comunicaciones, no podemos obviar las nuevas formas de delito que surgen al abrigo del progreso. Se hacen un sitio en nuestras vidas con un claro propósito de “sabotear”, en primera instancia, el sentimiento de seguridad que da estar rodeado de “tecnología inquebrantable” en cada una de nuestras acciones cotidianas. Por lo tanto, especialización versus especialización debe ser el caballo de batalla frente a nuestro objetivo a batir.

Como vemos, las posibilidades que nos brindan las ciencias en su propósito decidido de ayudar a esclarecer el crimen, son muchas y para nada las aquí descritas configuran un registro cerrado. Todo lo contrario. Por ser la Criminalística una ciencia multidisciplinar como también lo es su cabeza de familia –la Criminología– las nuevas aportaciones y la interacción entre todas ellas, tiene que ser una máxima. Pero seamos humildes, en nuestro trabajo de investigación criminal, nada sería igual si cada acción criminal no se refrendase con un principio. El principio de intercambio. Merci, Monsieur Locard.

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