Rocroi, el último tercio. Ferrer-Dalmau (...) enfermos de honra y con un fanático sentido del honor. "Esto es un tercio español" pincha en el siguiete enlace: 1643 La batalla de Rocroi
UN TIPO FIABLE
El otro día le oí decir que su undécimo
mandamiento era no molestar. Esta expresión, en aquel contexto, me pareció
redonda. Pero a mí me supuso más.
Uno va por la vida y se encuentra con tipos que le
dejan a pre, ni te dan ni te quitan. Este no. Por eso, cuando las hay,
es bueno tildar las bondades, y, aunque se supongan, conviene airearlas para
escarnio de otros que evitan reconocimiento por pura envidia. Qué le vamos a
hacer si hay más canallas que nubes.
A lo que iba. Por casualidad te
tropiezas con un tipo como el que les describo y es seguro que no les dejará
indiferentes. Decir tanto con tan pocas
palabras (confieso que esta expresión me
gustaría para mi epitafio) y además con ese halo de humildad, te gana per se.
Situémonos.
Tiempos difíciles; ya se sabe, España de
sombras, pendenciera y egoísta, de estocada directa y hasta el corvejón, y en
medio, como teletransportado, un caballero del Siglo XV; por poner. Pero no es
un espadachín al uso, no. El hidalgo renueva valores vetustos como la nobleza, y aplica en su defensa destreza de
florete en cruento duelo para lustrar la justicia y remendar las dignidades
maltrechas. La sencillez en el verbo, la humildad en el acto, empapan la
pólvora que cargan los arcabuces de la crítica sanguinaria. Hay
que ver cómo bulle en él la inquietud, cómo nacen y cómo evolucionan las ideas.
Qué ritmo vertiginoso imprime a una vida jadeante de responsabilidades y
excesiva de costas familiares. Todo esto no te puede dejar impasible. Qué mayor
prueba se necesita que ser víctima con la víctima; paladear la necesidad del
necesitado; chapuzarse en el fango y mancharse del color de los problemas. La empatía en su
caso no es una pose ni un gesto diplomático. Siempre tiene tantas acepciones de
solidaridad como días, como número de personas recalan en él. Hacer hermandad
del problema, del insomnio y la preocupación ajena, es fabricar tranquilidad e
ilusión, y eso lo sabemos quienes demandamos socorro a diario. Casi siempre con
el pretexto de sentirnos arropados, sabedores de que en su territorio estamos a
salvo. Que a su lado la batalla de la justicia está ganada de antemano. Pone
tanta pasión que consume vida. Y si no,
que se lo pregunten a su legítima.
Las
razones de la elección son muchas y una, sobre todo -la más evidente-, que es un
tipo fiable. Con él tienes la garantía de que no intentará salvarse a
solas si todo se va al carajo; casi nada en los tiempos que corren... Pues
eso, que en tan poco tiempo alguien te dé tanto a tan bajo precio, me parece
cuanto menos extemporáneo. Les aseguro que aquí hay madera y, quienes
apreciamos los bosques, lo sabemos. Necesitamos aire limpio para respirar. Así
que, ponderar agradecimiento en este caso, no resulta arriesgado. Todo, me
parece nada.
A mi buen
amigo, Antonio Cela.
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Roberto Carro Fernández, (Valcabado del Páramo, León; 1971), compagina su trabajo con la docencia, habiendo sido profesor de Criminalística e Investigación en la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid. En la actualidad forma parte del cuerpo de profesores que imparten clase en Ciencias de la Seguridad (CISE) de la Universidad de Salamanca y en el Centro Universitario Villanueva de Madrid. Escritor y columnista en la revista científica QdC.
jueves, 26 de enero de 2012
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