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domingo, 15 de enero de 2012

Se ha dicho.... (el mundo.es)









El criminólogo leonés Roberto Carro publica 'Escombros de la Memoria'

  • El libro ensambla costumbrismo y criminología en un viaje al pasado
  • Pretende contribuir a mantener las señas de identidad del Páramo Bajo

‘Escombros de la Memoria’ es tu segundo libro tras Íter, y en ambos has optado por destacar la memoria histórica…, aunque de formas visiblemente diferentes, primero con un viaje real con la bici, y ahora con un viaje ficticio al pasado de tu pueblo, ¿cómo te comenzó a fascinar ese mundo? Al final, ¿cómo surgió el nombre del libro?

Digamos que la historia de mi pueblo era una asignatura pendiente. Siendo niño empiezas a escuchar viejas leyendas que te cautivan por su misterio, por lo truculentas que llegaron a ser o por su componente histórico. Si a eso le añades  un poco de inquietud por conocer con mayor detalle nuestros orígenes en un tanto por ciento importante –el porcentaje restante es el trasfondo criminológico-, pues, el resultado es: “Escombros de la memoria”. Tras él se esconde el afán por recomponer ese pequeño mosaico que es nuestra intrahistoria; la que está diseminada por aquí y por allá; unas veces es el testimonio de la gente y, otras, los documentos o referencias a hechos puntuales que graban el acontecer de un pueblo. Así, la palabra “escombros” cobra ese doble sentido que pretendo con el título. Por una parte busco reunir los restos para tener más o menos claro nuestro pasado histórico y, por el otro, darle a la otra parte -la criminológica- una pátina de cosa rota, maltrecha; si se quiere,  descompuesta, que funciona como símbolo o metáfora  de lo que es en esencia el delito y sus formas, los autores y las víctimas.
La memoria rota, sus escombros, los podemos recomponer con tan sólo echar la vista atrás y escrutar las piezas halladas como lo haría un antropólogo; y esos mismos escombros –la norma social quebrantada y hecha jirones a causa del delito y sus franquicias- también tienen aquí su particular resarcimiento o recomposición. Ambas cosas pretenden conjugarse en la novela y en el título.   

El libro tiene un marcado carácter costumbrista con una trama criminológica, ¿cómo enlazar ambos conceptos? Son bastante diferentes.

 La verdad es que casar ambos conceptos ha supuesto un reto importante.  Podía trabajar mucho el tema de los usos y costumbres y terminar haciendo una especia de guía etnográfica del Bajo Páramo; o centrarme mucho en el trasfondo criminológico y correr el riesgo de desplazar a un segundo lugar la otra “trama” que también quería contar. Así que, al final decidí que podía unir ambos conceptos, de tal manera que los usos y costumbres los incardinaría con una especie de crónica negra que, siendo ficción, tiene espacios, situaciones y personajes que son muy reconocibles. Pero insisto que no es una novela histórica, sólo que he encontrado en ella –en nuestra intrahistoria- muchos puntos de apoyo para ir moldeando el producto final que es la mezcla, digámoslo así, de estos dos géneros.   

  
El monasterio de Los Palomares (luego ya explicaré yo lo del nombre, etc..) centra una parte importante del libro, ¿podrías contar aspectos de la vida diaria de este desaparecido convento, para que la gente conozca lo que había en el pueblo, tanto de Valcabado como de otros lugares.

El Monasterio de Santiago de Valcabado abre el libro porque, hasta dónde yo sé, es el origen documentado del pueblo. Al menos así lo dice el primer manuscrito (año 956) que he encontrado sobre Valcabado del Páramo. Fue un monasterio de repoblación que muy probablemente abrió el camino a un núcleo de casas que poco a poco fue creciendo en torno a él. Y como cuento en el libro, éste no era el único monasterio que había por la zona, también existía el de San Martín de Torres, el de Zotes del Páramo o el de San Adrián del Valle.., por nombrar los más cercanos a nosotros. Quizás la particularidad de Santiago de Valcabado es que era dúplice, es decir, en él habitaban dos comunidades, monjes y monjas, cada una de ellas capitaneadas por un abad y una abadesa, respectivamente. Cierto es, también, que estas variedades monacales no estaban bien vistas por el alto clero, pudiendo ser ésta una de las razones por las que fueron desapareciendo hasta quedarse en nada a mediados del siglo XI; a las que se unieron una serie de sublevaciones que acontecieron en la Edad Media y que poco a poco fueron dando al traste con estas construcciones y sus moradores.

También destacas la relación conceptual entre iglesia, criminología, patrimonio cultural y antropología. En la época en la que se data el libro, estos aspectos estaban más relacionados, ¿cómo ves la evolución hoy en día? ¿y la labor de la iglesia por el patrimonio? (opinión que me sirve para contextualizar).

Quizás, el factor aglutinador que tenía la iglesia en el siglo X y sucesivos, no es tan patente como lo es hoy porque el modelo social ha cambiado, pues aquel vínculo se ha ido aflojando con el paso del tiempo. Por entonces, cultura y patrimonio, crimen y castigo, antropología, estaban muy ligados al fenómeno de la Reconquista y a su marcado carácter religioso, y también, cómo no decirlo, a los primeros códigos de normas (fueros) dictados y administrados por clérigos y reyes. Evidentemente todo aquello se fue suavizando, evolucionado, hasta llegar hasta donde hoy nos encontramos. Por eso, si hago un poco más de hincapié en esa relación conceptual que citas y que se desarrolla en la primera mitad del siglo XX, es porque todavía entonces mucha de la actividad humana del día a día en los pueblos, tenía y tiene connotaciones -unas más fuertes y otras no tanto- de aquello que ocurrió, por decir, hace mil y pico años. Lo digo en el libro: somos la esencia que destila nuestra historia, con sus cosas buenas y malas; una manufactura final de muchos hombres que vivieron y pasaron por aquí antes que nosotros. Y te pongo un ejemplo. La historia de los pendones leoneses es la historia de un pueblo y en él se ve, claramente reflejadas, esa relación conceptual a la que te refieres. Conocer su evolución es el mejor estudio antropológico que puede tener un pendón y todo lo que ello conlleva. Fue enseña de guerra cuando las mesnadas se veían en él reconocidas en sus campañas de afanosa reconquista. Acabada ésta, había que dejar los palos y las telas a buen recaudo; así pues, qué mejor lugar que las naves de las iglesias para dar cobijo a varales de doce metros, incorporando entonces, a las sedas de damasco, otros colores que ya no tenían tanto que ver con la guerra pero sí con la religión. Finaliza el carácter bélico que tuvieron y comienza otro más litúrgico-festivo. A partir de ahí, recobran protagonismo en las romerías, actos de concejo y todo lo demás. Al día de hoy, este y otro patrimonio es tutelado por una administración pública que ha comprendido que, mantener las señas de identidad, es reconocerse a uno mismo. Así pues, esa involución con un marcado afán de recuperación y mantenimiento, es la mejor evolución que podíamos tener.     

La obra es también un claro intento de mostrar a los habitantes de la comarca el patrimonio y el romanticismo que supone ser del Páramo, -algo que muchos no saben valorar-, ¿me equivoco?

Cierto es que nuestra comarca no tiene el atractivo paisajístico del que gozan los Valles de Babia y Luna, Picos de Europa en su vertiente leonesa, o las comarcas del Bierzo y la Maragatería, por poner algún ejemplo. La nuestra siempre fue una zona de formas austeras a todos los niveles, pero no por ello carentes de belleza. Su gente ha mantenido, durante años, un pulso con la acuciante sequía a la que se sumaba una climatología recia,  lo que les ha imprimido un carácter que se nota en los usos y costumbres y hasta en la propia manera de ser. A lo mejor no tiene ese romanticismo y belleza que salta a la vista cuando observamos una palloza en un entorno reconocidamente bello, pero lo tiene si sabemos escrutar cuan bella es una trilla en pleno verano,  un aventado de grano, una mula atada a la lanza de una noria, o una recogida de remolacha en pleno invierno, a cero grados centígrados, y enfangados hasta las rodillas. Todo eso y más, tiene una belleza plástica que, para mí, no tiene parangón. Hoy, gracias a los planes de regadío y reconcentración parcelaria, lo que antes era un paisaje longilíneo de sequía y núcleos de población a base de adobes y penurias, se ha convertido en un cuasi vergel; en otro tiempo, irreconocible. Por ello, no digo que sea mejor ni peor, solamente, distinta belleza. Para apreciarla hay que descubrirla. Echar la vista atrás.  




Otro apartado que destacas es, por ejemplo, la importancia económica del tradicional mercado de La Bañeza. Aparte de lo que todos ya sabemos, ¿puedes ofrecer algún dato, anécdota o aspecto relevante de lo que en otros tiempos suponía este espacio de compraventa para la comarca?

Los buenos ecos que siempre ha tenido el mercado de La Bañeza, ya le vienen  de la Edad Media. El paso del tiempo ha cambiado los modos de intercambio comercial, derivando en una decreciente actividad hasta quedar reducida a un mero testimonial, pero suficiente para seguir siendo referencia en toda la comarca. Aún así hay que reconocer que el potencial que tuvo en otro tiempo fue enorme. Por ejemplo, cabe destacar que en el siglo XIX se comercializaba con escabeches y  pescados frescos procedentes de Asturias y Galicia. También tuvo un mercado de ganado de mucho predicamento. A este respecto, he visto una foto antigua que impresiona sólo con observar la cantidad de cabezas de ganado de toda clase que, procedentes de nuestra montaña leonesa y de Galicia, se hacían hueco en una plaza rebosante de actividad. Para hacernos una idea de lo importante que llegó a ser este mercado y su repercusión en todo el ámbito de la Comunidad, hay que hacer mención a un tipo de documentos, llamados obligaciones -que eran algo así como un contrato celebrado ante notario- en el que quedaba reflejada la venta realizada y el modo y la fecha en que tenía que ser abonada. O también, cómo esa popularidad a la que hemos hecho mención, hacía que el mercado de la Villa de La Bañeza estuviese sujeto a una importante sobrecarga de contribuciones.   


La venta del libro tiene también un marcado carácter solidario, explícame brevemente cómo va a ser

Pues, como la edición ya está cubierta por los patrocinadores y yo no vivo de escribir ni lo pretendo, se me ocurre que, aparte de compartir esta ilusión con los demás, pensé que podía avanzar un poco más y donar parte de las ventas a las Asociación Española  Contra el Cáncer con sede local en La Bañeza. Claro que habrá quien diga que hay otras oenegés  más mediáticas o con mayores necesidades, pero conozco de cerca el problema que esta enfermedad supone y también el excelente trabajo que el grupo local realiza a diario; así que no se me ocurre otra forma más directa de arrimar el hombro, que donar parte de las ventas a esta encomiable actividad. Lo otro, si queda algo, lo pensaba reservar para afrontar la edición de un tercer libro…, donarlo a la Asociación Cultural del pueblo…. En fin, algo en esa línea a lo que yo llamo: retroalimentación cultural.


Por último, y debido a mi reconocida ignorancia sobre la criminología, una apartado que para mí supone el 50% del libro (el otro es el costumbrismo y tradicional vida de nuestros antepasados), me gustaría que tú mismo escribieras un par de párrafos de cómo empezaste en ella y cómo te enganchó, y cómo se te ocurrió vincularla a la historia, aunque ficticia, de un pueblo tan pequeño como Valcabado, donde ‘parece’ que nunca ocurre nada.

Bueno, el tema de la criminología vino un poco motivado por mi trabajo. A estas alturas de la feria puedo decir con orgullo, que me gusta y disfruto mucho con lo que hago.  Quiero decir con esto, que es una suerte trabajar y más en los tiempos que vivimos, pero si eso que te da de comer, lo sientes y lo vives intensamente, pues mejor que mejor. A mayores, pienso que hay trabajos que exigen un plus de vocación; razón de más, pues, para intentar mejorar en todo aquello que realizas a diario y que en última instancia es depositaria la gente que, por una u otra razón, acude a un servicio público. Por eso decidí diplomarme en criminología y continuar con los estudios de experto universitario en criminalística e investigación, y graduado en criminalística. Eso me llevó a conocer a otra gente con la que un buen día decidimos poner en marcha la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses (SECCIF), cuya actividad ha sido intensísima desde su creación y con la que hemos conseguido poner en marcha un sinfín de actividades  tales como: congresos, cursos, exposiciones, la revista científica QdC, implantación de títulos propios en varias universidades, colaboraciones docentes, publicaciones….
El bagaje recorrido te impulsa a seguir en esta línea de actividad y así surge la idea de escribir el libro. Reconozco abiertamente y con orgullo que, como se suele decir, soy más de pueblo que las amapolas, y quizás por eso, porque tengo un apego especial al lugar donde nací,  decidí mezclar estas dos pasiones. No es una tarea fácil porque corro el riesgo de que muchas de las historias que aquí cuento, pasen por ser ciertas cuando sólo son una trama que se apoya en un costumbrismo real, sí, pero que desenvuelvo según me va dictando mi imaginario y que por lo tanto están sujetas a la más pura ficción. No obstante, mucho me temo que la lectura del libro por parte de la gente de mi pueblo, va a motivar un debate abierto.  

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